Inicio » Catálogo » Música en las sombras
Pienso en o sobre la escritura de Sabas Martín y me figuro un cuerpo, un organismo vivo, en movimiento, en permanente sístole y diástole. Imagino también una invención sutil: eficaz maquinaria de sangre y tinta bombeando sin remedio. Quizás por eso el poeta, este poeta, respira como escribe (o al revés, tanto da). Y a lo mejor por eso su sintaxis –esa frase de aliento dilatado que inspira su escritura- es lo más parecido a la respiración del mar. El ritmo del poeta se parece cada vez más al mar, quiero decir a la marea viva de la mar hacia la que, sospecho, se encamina desde hace muchos años la escritura de Sabas Martín.
No es extraño que algunos de los títulos de sus libros de poemas sean Navegaciones al margen (1994) o Mar de fondo (1996). El mar, siempre presente. “Tiene el mar su mecánica”, sí, lo escribió Gimferrer, “como el amor sus símbolos”. Y tengo para mí que Sabas Martín no ha hecho, entre navegaciones y naufragios, otra cosa para aprender la mecánica del mar, de ese mar que navega y sondea (al que arroja el bichero del poema) hasta los ciegos limos subterráneos. Para eso sirve el cuerpo. Para eso necesita la escritura el poeta. Escritura convertida primero en navío, después en escafandra y por fin, en el fondo del fondo, en bronquios y pulmones.
La unidad de la escritura de Sabas Martín es la unidad, barrunto, de su respiración. El poeta, es verdad, ha escrito, además de poemarios, novelas como Nacaria (Premio Alfonso García Ramos, 1990 y 2003), La heredad (2001) o La noche enterrada (2002). Ha ideado sugerentes e inquietantes relatos como los contenidos en La mano entre las líneas (1995) o Caja de ecos (2000). Se ha enfrentado con éxito al ensayo y ha frecuentado el teatro, pero en el fondo (en el fondo del mar) hay sólo un navegante y un solitario náufrago. Sólo un superviviente. Hay que admitir que el tópico del “mismo libro”, por una vez, puede aplicarse a Sabas Martín. Su escritura compone un gran dibujo: el dibujo de un cuerpo. Su escritura, con el paso del tiempo, se mueve cada vez más como el mar. Ha encontrado su ritmo y su pulso, su pleamar exacta. ¿Importa algo que hablemos de poesía o prosa?
Los poemas que en este Música en las sombras se presentan, ¿son versos o son prosas poemáticas? Son música en las sombras. Son su título y son las palabras con que están construidos o, mejor, navegados. Da igual. Son su profundidad y son su espuma. Son, en el fondo, algo así como el mar. Quizás como la vida: “cuando avanza, mengua./ Resta cuando acumula”. Sabas Martín nos habla de las huellas, de los rastros, el recuerdo apagado (porque nadie recuerda si no olvida). La eternidad hecha isla. Y al final el silencio “donde callan las piedras”.
“Nunca llegará a la otra playa donde cantan las sirenas”, nos dice el falso narrador del poema. Pero tampoco importa. ¿A quién le importa el canto de unas cuantas sirenas? No le importa al poeta y menos todavía al navegante que ha olvidado la dirección de Ítaca. Lo importante es el mar, ir hacia el mar en este extraño viaje que será, mientras el mar de las palabras dure, eterno.
José Fernández de la Sota. Bilbao, 2006