Inicio » Catálogo » Misterios en las raíces del volcán: las aventuras de la pandilla Jeribilla
HABLANDO CON FANTASMAS EN EL CORAZÓN DE LA CALDERA
La mañana recién ha asomado su cara pálida, todavía sin maquillar. Nuestros pandilleros y pandilleras con sus compañeros de clase están con sus mochilas repletas de ilusiones en el Puerto de Tamarán. Medio dormidos aún, hacen cola para entrar en el barco. El corazón lo llevan repleto de alegría contenida.
Entran rápidamente en el barco Volcán de Teneguía que les llevará a la isla de Benahoare. A las siete parten surcando el mar rumbo a su ansiado destino. Éste es un viaje planificado desde el comienzo del curso. Sueñan con muchas aventuras fantásticas que esperan disfrutar en este viaje.
–¡Qué bien, estoy deseando llegar a nuestra Isla Bonita! ¿Qué sorpresas nos esperarán?–comentó Yanira, nuestra protagonista, entusiasmada.
–¡Lo vamos a pasar de película, aunque dicen que hay fantasmas en la Caldera de Taburiente! –se exaltó ilusionado, Rubén.
–Allí se cuenta que hay unas gigantescas aves de color negro. Dicen que por las noches se les oye hablar y cantar unas canciones muy raras –intervino Tanausú, siempre muy resabido.
–También cuentan que los volcanes resoplan y gruñen enfadados a los que quieren construir casas cerca de ellos. ¡Muchísimas cosas emocionantes nos esperan en la isla! –declaró Rita saltando de alegría.
Nuestros pandilleros son cuatro, dos niñas y dos niños. Yanira, nuestra protagonista, rubia y la más valiente; Rita, la morena saltaperico, que nunca se está quieta; Rubén, flaquito, pillo y miedica; y Tanausú, que es el más llenito, inteligente y artista.
El volcán de Teneguía iba bastante rápido. Una vez doblaron Las Isletas se les presentó el mar como una enorme autopista. Iban asombrados mirando las montañas y los gigantescos acantilados rocosos de la isla de Tamarán. Se les parecían a descomunales guerreros guanches. Pronto se les asomó, allá a lo lejos, el abuelo Teide: impresionante, majestuoso. Les guiñó un ojo y ellos lo saludaron dando gritos de júbilo. Las gaviotas se posaban sobre ellos, en los hombros, en las cabezas. Les hacían cosquillas por todo el cuerpo. Ya las conocían del viaje anterior.