Inicio » Catálogo » Mis fábulas
Volviendo la vista atrás, en el siglo IV o III a.c. un joven griego, de nombre Esopo, contemplaba los animales del bosque como los conejos, los lobos y los pájaros, imaginando que entre ellos hablaban y que vivían mil aventuras entre las ramas, las flores y los prados. Dicen que Esopo creó las fábulas, esas narraciones que tienen como protagonistas a los animales, germinando en los niños una mayor cercanía y empatía con el mundo literario y sirviéndose, por ende, los docentes de esta magia narrativa, fecundar aspectos tan importantes como la imaginación, la creatividad, la expresión y la comunicación. Pero Esopo, ya anciano, cedió los silbidos de las aves, la astucia de los zorros y el jugueteo de los peces a un escritor latino, del siglo I, llamado Fedro.
¡Ay,cómo corría Fedro detrás del perro..!
¡Cómo trepaba los árboles imitando a las ardillas...!
¡Cómo nadaba y buceaba emulando ser un barbo...!
Fedro pretendía adoctrinar con sus moralejas y enseñanzas al final de sus fábulas pero sobretodo, él anhelaba entretener. Hacerte trepar y correr y nadar y volar y soñar...
Y cuando los caballos del campo trotaban por mantos verdes o de amarillo jaspeados, y cuando la luna nívea iluminaba al lobo que en la colina besaba su halo, un francés, de nombre Jean de la Fontaine, en el siglo XVII, con su estilo dinámico, su tono satírico y su amor por los animales, se convirtió en uno de los mejores fabulistas franceses de la historia. Pero las letras del francés serpentearon las altas montañas de los Pirineos, levantaron el polvo de los campos de Castilla, contemplaron los museos nacionales, bailaron en tablaos flamencos para, adando por el mar y volando por el cielo, llegar hasta Canarias y posarse en la rama de un árbol, enjuto y seco, y contemplar a un joven escritor, tan humilde como un beso, que escribía sus fábulas pensando en mostrarte con sus escritos el altruismo y los sueños por cumplirse o aquellos que se cumplieron. Alejandro Dieppa cierra este paseo de fabulistas que Esopo inició mientras contemplaba un pájaro cantar, un conejo correr o un perro jugar, pensando en llegar a ti, con sus letras y con sus versos.