Inicio » Catálogo » Historia de la Villa de Moya. Tomo II
La Villa de Moya, situada entre dos grande barrancos, el de Azuaje –desde 1767 de la Virgen-y el de Moya, fue durante siglos el lugar más bello de la comarca norte de la isla de Gran Canaria debido a sus extensos y poblados bosques de la célebre Montaña de Doramas, que debe su nombre a haber sido residencia habitual del insigne caudillo aborigen Doramas. La feracidad de sus tierras permitió el asentamiento de los nuevos pobladores llegados a la isla tras la conquista y en las orillas o faldas de dicha Montaña a fines del siglo XV levantaron una ermita dedicada a la advocación de la Candelaria, origen de un núcleo de población al que pronto se concedió por las autoridades políticas y religiosas de la isla una jurisdicción parroquial y civil propia que, con el transcurso del tiempo, acabó adquiriendo la condición de Ayuntamiento que aún ostenta en la actualidad.
Aunque titulada Villa en la actualidad, fue históricamente un Lugar que a fines del siglo XVII, como lo describiera don Pedro Agustín del Castillo, historiador y alférez mayor de Gran Canaria, estaba a medio cuarto de legua de Firgas. Tiene iglesia parroquia con su cura i más de 60 vesinos y alcalde. Es lugar muy fresco, por estar a(l) lado de la muy sélebre Montaña de Oramas. Tan decantada de su paisano el insi(g)ne y diuino don Bartolomé de Cairasco y Fig(u)eroa, prior y canónigo desta Santa Iglecia Catedral. Por la muchoa bariedad de árboles y ser tan grandes que el mayor sol no calienta ni baxa a la tierra. Tiene muchas y frescas aguas, y se crían muchas y dibersas abes en ella .
Casi un siglo más tarde, en 1779, el ingeniero Miguel Hermosilla describía el Lugar de Moya como sitio saludable por las buenas aguas y aires frescos, está en lo alto de la isla pero en un llano, y en su término queda la célebre Montaña de Doramas con el nacimiento de las aguas que llaman Madres de Moya. Las casas en corto número, chicas y arruadas. Iglesia con un cura, cuya feligresía se compone de 996 personas dispersas por los pagos de Fontanales, Cabo Verde, los Dragos, la Costa, Azuaje y Lomo Blanco. De Moya a Teror había dos leguas y media de camino áspero por lo peligroso de las vueltas del Rapador, pero se pasa en recompensa por la referida Montaña de Doramas. De Guía a Moya dos leguas y media y para ir de Moya a la ciudad había que pasar por la bajada de la Cuesta de Silva, la costa de Lairaga y las ermitas de San Felipe y San Lorenzo.
Y añadía el ingeniero que en Moya, al igual que en el pago de la Atalaya, sujeto a la ciudad de Las Palmas, se fabrica todo género de alfarería o losa basta en que se ocupan solo las mujeres y muchachos, sin más preparación en el barro qu el de 24 horas, otra mesa que el suelo, más rueda que la mano, ni otros instrumentos ni utensilios que dos barreños o gánigos, uno con agua, otro con arena, y una caña para cortar, pergilar y alisar la pieza que se trabaja y queda siempre grosera su figura, se cueze mal y sin barnizar porque no saben.
Refiriéndose al mar que bañaba sus costas señalaba que Moya tenía acceso a la costa en la llamada Caleta de la Costa, desembarco de Silva o de la Airaga, que tendrá como tres cuartos de legua de larga; al extremo de la cual está el caletón nombrado Lance de la Madera, que así en él como en todo el restante pedazo de costa explicado, solo se pueden llegar barcos pequeños en los tiempos pacíficos del verano porque es mar sucia con muchos bajos y riscos. Y aun en el caso de que algún enemigo intentase el entrar por tales riesgos, tenía que vencer puesto en tierra el hacerse paso por las varias alturas, desfiladeros y gargantas que le quedaban que pasar para internarse en el país, ya fuera intentando el pasar a la ciudad o penetrar hacia Guía.
Las mismas circunstancias acompañan a la Caleta nombrada del Bañadero, que apartada de la del Lance de la Madera media legua sigue aun por parte de la que llaman Costa de la Airaga, teniendo, además de ser cascajosa y poco limpia su orilla, una barra a la entrada, que una lancha estando la mar en barranca entra con trabajo, peligro que solo conocen los prácticos y se advierte estando sobre ella engañando la vista del que no la conoce.
A media legua siguiendo la costa de la Airaga está el Lance de la madera, es otro caletón que sólo llegan barcos pequeños en el verano, es mar sucia por muchos riscos. A tres cuartos de legua está la Cuesta de Silva donde acaba la costa de la Airaga .
También por el último cuarto del siglo XVIII, el cronista y regidor perpetuo del Cabildo de Gran Canaria don Isidoro Romero y Ceballos, en su Diario y Relación de Viajes, describía a Moya como el quinto lugar que había visitado, cuya jurisdicción será de tres leguas de circunferencia, está situada en el corazón de la isla, en una posición muy alegre y tan rodeada de frescura que con razón es el lugar más frío de toda ella, pero al mismo paso el más saludable. Él esta casi en medio de la Montaña de Oramas, tan apreciable en la isla como famosa en todas las demás. La Montaña es de tres jurisdicciones de Teror, Moya y de la villa de Guía. Añadiendo que el lugar es pequeño, lo mismo la parroquia, abunda de leche, queso, lana y excelentes manzanas blancas. Tras expresar que sus linderos eran por el oeste con Tejeda y Guía, por el norte con el mar, por el este y sur con Teror, señalaba que tiene muy buen arcilla de que hacen muy buenos búcaros los naturales para vender y proveher la isla. Hay un lugar entre este curato y Teror que llaman Firgas, en el cual hay un convento de religiosos dominicos pero pequeño .
Estas descripciones del Lugar de Moya, a las que podrían añadirse las realizadas por otros autores como los obispos Cámara y Murga y Dávila y Cárdenas en sus Sinodales, Viera y Clavijo en su Historia General de las Islas Canarias, etc., hay que añadir las que se hacen de la Montaña de Doramas, lo que nos permite llegar a la conclusión que la Historia de Moya no se explica ni se entiende sin la de la Montaña de Doramas. De aquí el que en el presente trabajo se hayan tratado de desarrollar buena parte de los aspectos recogidos en las descripciones de los autores citados. Aunque situado en el litoral isleño, Moya se nos presenta en la Historia de Canarias con una tradición histórica amplia como consecuencia de su conversión en un importante núcleo agrícola y ganadero de la comarca del norte.
Su territorio, a diferencia de lo ocurrido con otros núcleos de población como Gáldar, Teror, Agüimes o Telde, entre otros, no experimentó segregación alguna durante el periodo objeto de este estudio, salvo el intento frustrado de crear un nuevo municipio en el pago de Fontanales a mediados del sigo XIX . En consecuencia, el presente trabajo se dedica a estudiar ese espacio territorial que ha permanecido homogéneo desde sus orígenes, a considerar el mundo prehispánico que en él se desarrolló antes de la conquista, la demografía, la administración local, la propiedad de la tierra y el agua, la economía y la sociedad, los conflictos sociales, etc., de la Villa de Moya entre fines del siglo XV y 1850, fechas marcadas por la aparición de Moya como núcleo de población moderno y la liquidación del llamado Antiguo Régimen o Edad Moderna. La Historia de la Villa de Moya (siglos XV-XIX) es un estudio de historia local que, aunque no pretende ser definitivo, sí que tratar de abordar la dinámica del grupo humano asentado en el territorio desde el final de la conquista de la isla de Gran Canaria hasta mediados del siglo XIX, en el que se articula un peculiar régimen municipal y se desarrollan determinadas formas de propiedad, que a su vez definen y regulan una actividad económica concreta y unas relaciones sociales y una religiosidad particulares, en función de las propias características del territorio.
Pese a tratarse de un estudio de historia local, con aquellas singularidades que le son propias, no por ello deja de insertarse en el conjunto de la historia insular o regional de Canarias. Como es de sobra conocido, ambas deben, y aun necesitan, de las aportaciones que les brinda la historia local o comarcal. Lo general no siempre tiene una correspondencia inmediata con lo local y viceversa. La presencia de la Montaña de Doramas y lo ocurrido con ella a lo largo de la Edad Moderna, sin duda, han condicionado la evolución de la población de Moya, su economía y sociedad y, por qué no, hasta el clima de conflictividad social.
Como es previsible, esta obra constituye una combinación de la narración o exposición de los hechos, lógica cuando la falta de estudios es manifiesta, y de la reflexión y análisis de una serie de procesos a través de los cuales se puede conocer la evolución histórica del territorio en su conjunto durante algo más de tres siglos. Como ya ha quedado señalado, no se trata de un trabajo definitivo, ninguna investigación histórica lo es, y su estructura o contenido, sin duda, ha estado y está condicionado por la limitación impuesta por la fuentes documentales toda vez que el actual municipio de Moya no conserva documentación histórica más allá del siglo XIX. Su contenido se estructura, hasta cierto punto, con un formato clásico, donde se abordan muchas de las cuestiones sustanciales del acontecer histórico, agrupadas en los siguientes grandes apartados: el demográfico, económico y social; el de la administración local; y el referido a la religiosidad y la enseñanza. Junto a estas grandes líneas de fuerza de la evolución histórica se abordan otras cuestiones no menos trascendentes como el medio natural y el mundo prehispánico o la conflictividad social. Por último, se incluye también un apéndice y anexos documentales para que, unidos a los que se recogen en el texto de manera bastante profusa, permitan al lector profundizar en aquellas cuestiones que no hayan quedado suficientemente tratadas. Omitimos la recopilación bibliográfica final y remitimos a la que se cita a lo largo del texto.
Terminar señalando que con esta propuestra no se ha pretendido una obra de síntesis, la falta de estudios previos sobre la mayoría de los aspectos aquí tratados impiden que lo sea, siendo, por tanto, el resultado de una labor investigadora de primera mano en aquellos ámbitos que nos son más comunes en nuestro quehacer historiográfico. Es por ello que expresamos nuestro agradecimiento a cuantas personas nos ayudaron y facilitaron la investigación en los Archivos Histórico Provincial, Histórico Diocesano, Parroquial y Municipal de Moya. Gratitud que hacemos extensiva al Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Moya, en particular a la Concejalía de Cultura, por haber respaldado este proyecto que, aun siendo conscientes de las carencias que todo trabajo de historia lleva aparejado, esperamos contribuya a mejorar el conocimiento de la historia de la Villa de Moya, que nos permitan superar aquellas descripciones que nos dejaron, entre otros, Pedro Agustín del Castillo, el ingeniero Miguel de Hermosilla o Isidoro Romero y Ceballos en sus respectivas Historias, Descripciones y Diarios.