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Moby Dick en Las Canteras Beach narra una importante época de la vida de estas islas, y de los protagonistas. Recuerdos que se entrecruzan para conseguir una novela basada en un hecho histórico como fue el rodaje de la película Moby Dick en los años 54.55. Y aun cuando se pueda decir que ya se ha escrito casi todo, esta tiene la particularidad de estar dirigida a los adolescentes, de todas las edades. La particularidad de haber recogido las voces de los protagonistas, tanto actores como isleños que intervinieron de alguna forma en el rodaje de la película.
Moby Dick en Las Canteras Beach es una novela elaborada con un tratamiento literario, con hechos documentados que funciona a través de la propia novela de Melville, mediante pequeños episodios que se van intercalando en la propia narración y a través de un narrador- protagonista, una adolescente llamada María Teresa que nos va acompañado y presentando a los artistas de Hollywood y a los protagonistas canarios que intervinieron en el rodaje. Nos va ayudando a entender como era la isla en aquellos años.
La autora escribió este libro a modo de testimonio o quizás porque le apetecía retroceder en la historia, contar y revivir todas aquellas anécdotas que sucedieron durante la realización del rodaje en Gran Canaria.
O quizás quiso escribir este libro, porque cada día es más consciente de que la vida y los recuerdos son una interminable sucesión de momentos, de rutinas que pasan tan rápido que se nos escapan que se pierden en las memorias.
Así durante un tiempo se sumergió en el mundo apasionante de los platós, de las aguas del Confital, de nuestras aguas de Las Canteras. Se sumergió en los rincones y las esquinas del Puerto de La Luz, en los Astilleros, en la compañía carbonera que pertenecía a la Casa Miller donde se construyó el armazón de la gran Ballena Blanca. Y escuchó a uno de los operarios, a Juan Socorro, decir el día de la terminación de la maqueta que le parecía de verdad como si fuese de carne y hueso, que parecía que tenía alma. Ha disfrutado con la llegada de los artistas al aeropuerto, con la llegada del hidroavión, con el bautizo de Moby Dick. Ha escuchado anécdotas como las de las gaviotas o el día que se echaron a volar al mar unos dólares en una partida de póker y unos de los canarios que trabaja en el film los recuperó. Ha escuchado el bullicio del Juan Pérez y del Hotel Madrid.
Ha escuchado los ruidos y los silencios de Moby Dick. Un personaje especial, un personaje del mundo de la ficción pero que a medida que se iba acercando a ella iba comprendiendo lo hermoso de la diversidad y lo pequeño que somos los humanos en comparación con otros seres vivos.
La autora se ha detenido en sus emociones ingenuas y ha observado su expresión bondadosa, y le ha llegado a la memoria la serenidad de su mirada el latir de su corazón, aquel candor tan infantil que emanaba de ella desde la primera vez que la vió.
Ha intentado transmitir la magia de un personaje especial. Un personaje del mundo de la ficción que se vuelve tan real como la propia realidad. Que sufre por las injusticias por la que fue creada, que no entendía el por qué el destino disponía de ella a su antojo, el por qué tenía que interpretar a aquel chacalote malvado de Melville. Un personaje que siente una gran soledad y una necesidad de comunicación. Una ballena que a diferencia de la de nuestro escritor americano no hay lugar en ella para la maldad porque la bondad lo ocupa todo.