Inicio » Catálogo » Divagaciones. Mis recuerdos de los cuarenta años. (Biografía novelada)
Introducción del autor.
Antes de que te metas de lleno en la lectura de esta obra, si el aburrimiento no llega a vencerte, considero necesario hacer unas matizaciones, para que el mensaje o la idea estética, que decía nuestro gran polígrafo santanderino, llegue a ti con toda la nitidez y la exactitud que no he querido poner en la narración. Creo que un libro, incluso un libro de entretenimiento, no cumple su cometido, si no hace reflexionar al lector. A esos libros que no hacen reflexionar, yo los considero literatura barata, de muy pocos quilates, algo como infraliteratura. Son unos libros matarratos, ni siquiera de pasatiempo, pues con ellos asesinamos el tiempo sin disfrutar ni de la lectura ni del asesinato. Yo pienso que todo libro, para que sea útil y para merecer el nombre de libro, ha de tener un motivo, ha de encerrar un mensaje o debe contener experiencias, cuyo descubrimiento nos compense el tiempo invertido en su lectura.
En Divagaciones hago censura, ni piadosa ni cruel, pero tampoco inofensiva. Intento dejar en entredicho ciertas intromisiones e impertinencias, ciertas costumbres muy trasnochadas que habían sentado plaza entre nosotros. Recojo leyendas y decires que han circulado en nuestro pueblo, que nos legaron nuestros abuelos y están a punto de perderse, por no haber sido recogidas hasta ahora. Y... ¡poco más! No quiero ser demasiado pretencioso. Mi única intención es que pases unas horas entretenido con el libro y que su lectura te deleite.
Pero, antes de seguir, empecemos por el principio, por el título de la obra. Para darle un nombre breve (todos los libros deberían tener un título breve) y que sintetice lo que aquí escribí, lo he llamado Divagaciones, pues, efectivamente, eso es lo primero que pretendo. Me he lanzado a una aventura, a una especie de safari literario, y sé cómo ha empezado. Veremos cómo va a terminar. Ojalá, y perdóname la expresión popular (no por lo popular sino por lo tópica) no sea como el rosario de la aurora. Yo te prometo que si lees mi libro, lo pasarás más o menos bien; te podrás entretener bastante; pero, aunque no lo quieras, no te librarás de divagar conmigo más de una vez. No sé si llegaremos a estar de acuerdo, pero sí podrás estar seguro de que terminaremos siendo muy buenos amigos. Mi narración es una constante divagación, un continuo pensar o recordar en voz alta. Podría ser incluso una radiografía de los tiempos de mis años juveniles. Pero, lo único que puedo asegurarte es que te vas a encontrar con una serie de experiencias y pensamientos míos, que van por escrito, pero que no quieren ajustarse a ninguna clase de preceptiva.
El libro está escrito de forma secuencial, aunque, alguna vez, empleo el flash back, y que me perdone don Fernando Lázaro Carreter que no ha incluido ese término, que casi suena a taco, en su libro El dardo en la palabra. Tal vez demos una oportunidad para que se metan con nosotros. Pero, en nuestra defensa, digo que el término no tiene otra traducción castellana que la palabra de origen griego analepsis, que viene a significar exactamente lo mismo, pero yo prefiero decir flash back.
Flash back se usa en la terminología cinematográfica para designar a una o varias secuencias de carácter retrospectivo. Como dice un crítico literario, cuyo nombre no viene al caso, el flash back viene a ser una retrospección, que se produce cuando se rompe el orden cronológico y sucesivo del relato para evocar hechos sucedidos en otra época anterior al momento en que se encuentra la historia.
Yo alguna vez, pocas veces, doy saltos retrospectivos en mi libro y comparo entonces a esta historia con los sueños, que no se sujetan a ninguna preceptiva. Pues efectivamente es como si te contara sueños de mi vida, sueños de mi infancia, sueños de cosas que nunca viví, pero son sueños que he tenido y siento necesidad de contar, aunque no me interesa para nada su interpretación.
Quisiera que ellos te evocasen pensamientos placenteros y no enojosas pesadillas. No quisiera que te ocurriera lo que a aquellos dos crasos amigos que deseaban adelgazar y uno de ellos se fue al médico adelgazador de moda. Este le recetó unas pastillas, para que se las tomara, antes de irse a dormir. Y, desde entonces, todas las noches, siempre tenía el mismo sueño. Perseguía incansablemente, cual moderno Sísifo, a unas bellas huríes, a las que nunca podía darles alcance, pues, cuando las tenía casi en los brazos, se le volvían a escapar, para empezar de nuevo la persecución... Y así una noche y otra y otra... El buen hombre jadeaba, sudaba y sobre todo adelgazaba y adelgazaba, por culpa de tanto esfuerzo.
Cuando su amigo vio los resultados, se fue al mismo médico; y éste le recetó otras pastillas. El cliente se las toma, pero los sueños eran totalmente diferentes. Todas las noches era perseguido por unos negros muy forzudos y voluptuosos que pretendían violarlo. Y, mientras más corría, más veloces eran los negros. Y, cuando estaban ya a punto de atraparlo, se despertaba, para volver a caer de inmediato en la misma pesadilla.