Inicio » Catálogo » Las botas de Juanito Guedes
“Juanito Guedes tenía el corazón más grande que Gran Canaria”, dice José Manuel León, ex jugador de la UD Las Palmas, al que muchos le agradecemos que nos brinde su amistad y comparta no pocas anécdotas que revelan una memoria prodigiosa. Y fue José Manuel, a su llegada al primer equipo, uno de los jóvenes que disfrutaron la generosidad de Juan Guedes. “Siempre ayudaba a los que veníamos de abajo, siempre los arropaba”, recalca León. Aquellos jóvenes va-lores acostumbraban a jugar en tierra. Por aquella época nadie imaginaba que el césped podría fabricarse, años después, sin ser plantado. Jugar en césped era un privilegio reservado a unos elegidos y requería un calzado apropiado que no abundaba. Las botas con las que León realizó su primer entrenamiento con el primer equipo amarillo eran de Guedes. Las mismas con las que debutó en Huelva en la temporada 62-63. Diez años después, el portero Daniel Carnevali viajó a Basilea (Suiza) con el combinado suramericano, que se enfrentaba a una selección europea en beneficio de UNICEF. Un camión de una importante marca cargado de botas de fútbol se presentó en el hotel de concentración y todos los jugadores se abalanzaron a buscar su talla. “En ese momento”, relata Carnevali, “Manga, el portero de la selección de Brasil, les dijo a todos: ‘¿Van a usar esas botas sin que nos paguen?’ Esas palabras nos encendieron las luces a los jugadores”, reconoce el que fuera portero de la selección argentina y la UD Las Palmas, donde sigue trabajando. Tan sólo habían pasado diez años. ¿Cuánto podría pedir hoy un futbolista como Guedes a una marca por usar su material? Aquellas botas de Guedes y León las solían comprar en Barcelona al zapatero Maure, en la calle Muntaner. Hoy, los representantes de las marcas se las llevan a los futbolistas profesionales a sus casas. Este cuento habla de una época en la que los valores que primaban era el prestigio y el honor de vestir una camiseta. Una época en la que el propio Guedes firmó en blanco su renovación para, literalmente, morir jugando de amarillo. El relato se vertebra a través de la mirada de un niño y su sueño: jugar en la UD Las Palmas, aquel equipo único cuyo nacimiento fue un acontecimiento social en Canarias que marcó a varias generaciones, una herencia que aún pervive. El personaje, aunque con retazos de vivencias de distintos jugadores, es ficticio, pero se desenvuelve en un contexto de rigor histórico. Refleja los anhelos que tuvieron y tienen muchos niños canarios y la satisfacción íntima que alcanzaron unos pocos. O no tan pocos. Más de seiscientos jugadores en los sesenta años de existencia de este club. Este cuento es un homenaje a todos los futbolistas que dotaron a este escudo de un sello distinto, por sus logros y su forma de interpretar un juego universal. Un homenaje a todos los que, por mucho que cambien los tiempos, esperan al menos unos instantes de aquella magia cuando juega la UD Las Palmas. Y es una invitación a los más jóvenes a estar al lado de su equipo. Los malos partidos los entierra el tiempo. Los momentos brillantes los saboreamos mil veces. Como ocurre en todas las familias. Porque cuando un pueblo ama unos colores, gane o pierda, es que siente que forman parte de su vida.
