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Con alguna frecuencia recibo solicitud de presentar al público o introducir con un prólogo obras literarias que son publicadas por amigos, conocidos e incluso personas totalmente desconocidas para mí. Mi intención primera es aceptar la petición por mi tendencia a ayudar a difundir lo que supone un esfuerzo del autor, aunque no siempre puedo hacerlo debido a la acumulación de peticiones. En todos los casos les expongo mi deseo de conocer previamente la obra, pues no me parece prudente comprometerme antes de conocer el contenido del texto.
En muchas ocasiones el esfuerzo del escritor me parece digno de mejor causa, pues se puede apreciar enseguida mayor mérito en el esforzado trabajo que en el resultado obtenido. Hago esta explicación a los lectores para transmitirle mi alegría al comprobar que la solicitud para prologar un libro que me hizo mi amigo Alfredo Herrera Piqué ha resultado serlo para un texto de gran valor, la obra de un humanista que conoce y comprende la evolución del pensamiento del siglo XX, un ilustrado de gran erudición y profundo conocimiento. Temo defraudar su petición al no alcanzar estas breves y sencillas palabras el tono intelectual elevado de su compilación de cultura y saber.
Me atrevo a abrir estos Ensayos Militantes por complicidad de amigo y compañero. El primero de los trabajos que componen el libro es una reelaboración de la intervención de Herrera Piqué en 1990 en la ciudad de Carmona para recordar la muerte de Julián Besteiro. Participé yo en aquel encuentro pronunciando el discurso de clausura y recuerdo bien los debates que sostuvimos intelectuales y políticos acerca de la relación del mundo académico y el político. Tengo en la memoria las excelentes intervenciones de Juan Marichal, Elías Díaz, Gregorio Peces-Barba, Alfredo Herrera Piqué, José Félix Tezanos y otros que nos ilustraron con las razones que exigen la colaboración del intelectual, artífice de dudas y preguntas, y el político con su necesidad de respuestas certeras para la adopción de decisiones.
Alfredo Herrera Piqué muestra una vasta cultura en estos Ensayos Militantes a la manera de Michel de Montaigne, con un compromiso ético que conduce a la denuncia permanente de la injusticia, los abusos del poder y de la negación de la humanidad que se encierra en el uso de la fuerza, en el recurso a la guerra.
Herrera Piqué sigue las huellas de los que han analizado críticamente la división del conocimiento en las humanidades y las ciencias. Para el autor, el intelectual creativo ha recorrido el camino de profundización de los valores humanistas desde Erasmo y Rousseau hasta Bertrand Russell y Sartre, expuestos siempre entre «El clavel y la espada». Mi conciencia, como creo que la de Herrera Piqué, está con la posición de hombre libre y comprometido, independiente y moralmente sujeto a la causa de la justicia, con la actitud de Albert Camus.
Cuenta Rob Riemen el encuentro en octubre en 1946 de André Malraux, en su mansión del bosque de Boulogne, con Arthur Kostler, Manès Sperber, Jean Paul Sartre y Albert Camus. Planteó el anfitrión la desolación producida por la guerra y el rechazo que debían al totalitarismo nazi y al estalinismo soviético. Kostler se sitúa frente al comunismo soviético y Jean Paul Sartre replica sus argumentos. Albert Camus proclama que si los intelectuales no son capaces de tomar la verdad como línea directriz de su pensamiento, su moral política está condenada al fracaso. Y lanza una pregunta clarificadora: ¿No creen que todos somos responsable de la falta de valores? Y que si todos nosotros, que procedemos del nietzschismo, del nihilismo o del materialismo histórico, confesáramos públicamente que nos hemos equivocado, que existen valores morales y que en lo sucesivo haremos lo que sea necesario para fundarlos e ilustrarlos, ¿eso podría ser el comienzo de una esperanza?
El libro de Herrera Piqué, Ensayos Militantes, parece que plantea la misma pregunta. Alfredo Herrera coloca ante nosotros los valores éticos del humanismo y nos interroga sobre el cumplimiento de nuestros compromisos. Su libro es una lúcida llamada a vivir la vida sobre la verdad y la comprensión de las posiciones de los demás.
Herrera Piqué plantea el drama del escritor en lucha contra un régimen de represión, sea el nazismo o el estalinismo, manifestando su compromiso claro con la libertad. La cultura no es mera expresión estética para el autor sino «conciencia del mundo real y comunicación de ideas y conocimiento», la cultura como poder salvífico de la humanidad.
El análisis del poder que hace el autor nos revela la legiti-mación que exige la delegación de poder que la sociedad realiza en la democracia representativa, lo que vuelve de más en más exigente la ejemplaridad que deben mostrar los gobernantes.
Apoyándose en el estudio de la obra de Locke, Montes-quieu y Rousseau, Herrera Piqué atraca temporalmente en el embarcadero de la Constitución Española de 1812, ponderando el influjo que sobre ella tuviera la Revolución norteamericana y la Revolución francesa, cuyo legado fundamental de libertad ciudadana se inscribe en la aparición de los derechos humanos, pilar sobre el que se ha construido la conciencia pacífica de los pueblos.
Su reflexión acerca del socialismo, en el contexto de historia general, le lleva a considerarlo como una forma de humanismo.
Analiza el autor que a finales del siglo XX hemos sido testigos del declive de dos teorías políticas fundamentales, de dos líneas doctrinales que parten respectivamente, de Hegel y Marx. No le falta razón a Herrera Piqué, aunque, las declaraciones absolutas son de difícil aceptación hoy, cuando sabemos que todas las teorías son superables pero aceptando parte de su legado. No es fácil hacer tabula rasa del concepto racionalizador de todas las acciones humanas y contingencias históricas de Hegel, ni de la aplicación del proceso dialéctico a los avatares del progreso de la humanidad.
El lector se encontrará ante el libro de un ilustrado, un li-bro repleto de claves para entender el presente del hombre del siglo XXI, indagando en el pensamiento y la cultura a través de la historia. No encontrará una sola página que no le provoque la reflexión y aún la polémica; es un culto, sereno y positivo viaje acompañando a los espíritus libres que han luchado éticamente en todos los tiempos, el viaje hacia la dignidad de la humanidad, hacía la nobleza de espíritu. Creo que el lector, como yo, agradecerá a Alfredo Herrera Piqué este hermoso y documentado libro.
Prólogo de Alfonso Guerra al libro