Inicio » Catálogo » Claret. Vida y misión en las Islas Canarias
El fenómeno de “la memoria de Claret” en Canarias, principalmente en Gran Canaria, no ha sido suficientemente analizado por los estudiosos de la ciencia socio-religiosa. El hecho extraordinario de que transcurridos más de 150 años, siga presente su figura y actualizándose repetidamente, merece atención y reflexión. No hay nada más que ir por nuestros pueblos y hablar con personas de mediana edad o mayores para constatar esta realidad.
Ciertamente, la llegada de Claret a Gran Canaria aconteció en el momento más oportuno y anhelado por el pueblo. Después de los años de la reforma y purificación religiosa promovida por la fuerte presencia de la Ilustración en nuestras islas en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, llegó una total sequía espiritual. El alejamiento de los sacramentos, a causa de la doctrina jansenista, y el enfriamiento de la religiosidad popular, por la crisis de las Hermandades y Cofradías, habían dejado al pueblo cristiano sin pasto espiritual, pero hambriento. Y esto es lo que entendió Claret nada más pisar la isla de Gran Canaria. Que los fieles tenían hambre de Palabra, hambre de Sacramentos y hambre de Devociones. Hambre de Palabra, pero no de una palabra vacía o retórica. Lo que el pueblo esperaba era oir hablar de la Misericordia y del Amor de Dios. Hambre de Sacramentos, pero no bajo el temor del sacrilegio, sino confiados en que eran vehículos de Perdón y de Gracia. Hambre de devociones, no estigmatizadas como superticiones, sino propuestas como ayuda muy eficaz para la vida cristiana. Estos tres vértices conformaron el quehacer misionero de Claret en Canarias. Predicar incansablemente el amor y la misericordia de Dios Padre, invitar a todos a recibir los Sacramentos del Perdón (Penitencia) y de la Gracia (Eucaristía) y repartir a manos llenas libros devocionales y rosarios para que las familias se convirtisen en hogares de oración y de paz. Ni cansaban sus largos sermones y catequesis, ni él se cansaba de confesar durantes horas y horas. El pasto espiritual fue generosamente servido y los hambrientos quedaron saciados. Y como los años de hambre y de abundancia marcan las vidas de las personas y de los pueblos, lo que aconteció providencialmente en Canarias desde marzo de 1848 a mayo de 1849 con las misiones del Padre Claret, ha quedado escrito en los “genes” de nuestras mentes y de nuestros corazones hasta nuestros días.
Tenemos que felicitarnos por este nuevo libro sobre Claret. Su autor, con estilo ágil y moderno, nos mete y compromete con la vida del misionero apostólico. Lo verdaderamente original del texto se halla en su narración autobiográfica, ampliando el breve capítulo que el santo dedicó a las misiones en las Islas en su “Autobiografía”, a todos los acontecimientos por él protagonizados durante su estancia en ellas. Mientras leemos los diferentes capítulos, tenemos la sensación de que Claret está nuevamente entre nosotros, tal como nos contaban nuestros abuelos, predicándonos y haciendo prodigios.