Inicio » Catálogo » Del amor y las pasiones
Tras su primera incursión en la literatura, Rosario Valcárcel nos ofrece una nueva propuesta. Catorce pequeñas historias sobre el deseo, la entrega, el placer, los remordimientos, la búsqueda de lo trascendente más allá del disfrute. Este libro habla, pues, de la comunicación humana. Del impulso del sexo y del sueño y de la vivencia del amor. La prosa es aparentemente sencilla y sugerente. La mujer observa sus expe-riencias eróticas desde la delicadeza, desde una percepción sutil de las relaciones humanas. Pues somos seres carenciales que necesitamos apoyarnos en el otro, crearnos un alter ego que nos entienda, que sea nuestro cómplice, que nos proporcione afectividad y que nos complemente. Hacer el amor es, pues, un acto complejo en el que damos mucho y esperamos recibir mucho más.
Si en La Peña de la Vieja y otros relatos la propuesta era realizar un homenaje a la experiencia vivida, en especial el tiempo de la infancia, aquí el proyecto cambia de aires. La niña ha crecido y se ha hecho mujer. No obstante, la autora conserva su amenidad, su visión grata de las experiencias de la vida, y lo confirmamos en estas piezas en las que retoma el hilo de la memoria y lo combina con su imaginación para construir esce-nas de la adolescencia, de la iniciación sexual, de la juventud, de la madurez, de la ancianidad incluso. La autora echa a volar la cometa de la sensualidad y lo hace con elegancia.
El acierto de Rosario Valcárcel es haber conseguido una atmósfera creíble e insinuante en estos cuentos. Una ambientación delicada en la cual priman los sentimientos, los rituales previos a la entrega física, toda la envoltura psicológica de la necesidad de fundirse en el otro. El Kama-Sutra es un manual de fisiología, una exploración realista. Madame Bovary y El amante de Lady Chaterley, en cambio, son obras de arte. Nada humano está ajeno al deseo; incluso la Biblia contiene pasajes de mucha intensidad sexual. Las mil y una noches y El Decamerón son ejemplo de refinamiento, de un buen manejo de la intriga. Claro que también hay otras obras más explícitas, como las de Henry Miller o Anaïs Nin, que figuran en la categoría de arte por su gran imaginería literaria. A mí, como lector, me interesa la literatura erótica escrita por mujeres porque suele ser más elaborada, más fantasiosa, más libre, más turbadora también. En realidad, el hombre siente respeto, e incluso temor, ante el poderío sensorial de la mujer, ante su complejidad afectiva. A fin de cuentas, el erotismo según la mujer es más poderoso porque es ella quien guarda la llave de su mundo íntimo, además se vale del sexo para transmitir la vida y esa potencialidad sigue doblegando al hombre. Hace que éste se ponga a sus pies y le suplique compasión.