Inicio » Catálogo » Entre Canarias y Londres: recuerdos en la vida de un exportador
Entre las numerosas citas que recoge “Entre Canarias y Londres: recuerdos en la vida de un exportador” me quedo con la del político y abogado norteamericano William Rogers, “es grande ser grande, pero más grande es ser humano”. Carmelo Santana Peña es como las propias historias que transcribe en esta su primera obra escrita, reincidente, machacón, tenaz y emotivo, edulcorado con una sonrisa amplia, apacible y bondadosa que se nos viene encima desde su cuerpo amistoso. Es persona de gran humanidad y, además, son de extraordinaria grandeza los frutos obtenidos a nivel familiar, en sus negocios, en su acción altruista, en la pléyade de amigos.
A semejanza de lo que, según cuenta Juan Evangelista, le ocurrió a Jesucristo con Natanael, a primera vista y en el primer trato descubrimos en Carmelo Santana a un hombre bueno en quien no hay doblez alguna. Campechano, franco, afable, leal, fraterno, amigable y entrañable. Este libro recopilas las colaboraciones en el periódico La Provincia. Superan las trescientas, de las que en “Entre Londres y Canarias: recuerdos en la vida de un exportador” se ofrece una antología de artículos, todos ellos publicados en el periódico “La Provincia-Diario de Las Palmas”, que descubren a un Carmelo Santana que ha sabido esperar la hora del éxtasis de auténtico corredor de fondo. Incansable. Creador. Amigo de pellizcarnos con salpicaduras de ocurrencias de quien, como muy pocos, llegan a conjugar la gracia y el valor a través de manos y mente de quien sabe aliñar la aspereza de la vida con la fluida socarronería del hombre de isla adentro, estirando la anécdota, tensando las palabras, exprimiendo significaciones y enlazando semánticas impensadas. Él recuerda a sus padres, a personajes de su ciudad, de la Isla; a la familia; a la mujer (la mujer madre, la mujer esposa, la mujer ama de casa); a los amigos; a los rincones de su Telde entrañablemente querido y sentido, y los de Inglaterra, cantada con nostálgica añoranza de vivencias londinenses con veteranos exportadores grancanarios y sus hijos, que junto al trabajo y al estudio de la lengua de William Shakespeare, encontraron en la “Rubia Albión” una segunda patria que complementó la orientación profesional de sus vidas.